2013-11-13 6174 lecturas
Arturo Alejandro Muñoz
especial para G80
Políticos chilenos, ¿evolución... o traición?
Mil veces engañado, mil veces asesinado y utilizado, cansado ya de traiciones, el elector chileno puede ahora dar la gran sorpresa y exigir cambios reales y profundos en el sistema económico y político
UN DESTACADO ANALISTA estadounidense, refiriéndose al inefable genocida Henry Kissinger, Premio Nobel de la Paz (¿?), dijo: “Henry, políticamente, no miente sólo por conveniencia personal... miente porque esa es su naturaleza”. El mismo aserto puede aplicársele a la cofradía política chilena de la actualidad, agregando a ello que la mitomanía de los parlamentarios y dirigentes de tiendas partidistas se ve acompañada por otros aditamentos que bien pueden ser calificados como traiciones, no sólo al pueblo que los eligió sino, además, a sus propios principios.
En nuestro escenario político se ha convertido en costumbre mentirle al electorado y al país. A través de esas mentiras los dirigentes de partidos que conforman los dos principales bloques lograron darle a la traición un aire de ‘modernismo’, con el cual engatusaron a millones de chilenos. Y quizás los siguen embaucando.
Cuando los muros ideológicos cayeron estrepitosamente a finales del año 1988, algunos viejos referentes izquierdistas –de larga data histórica- fueron encauzados hacia una reconversión de fe que los ha hecho mezclarse con el peor de sus adversos, aquel enemigo de clase al que combatió durante más de un siglo y que, a pesar de lo que pueda opinarse, terminó convirtiéndose no ya en su aliado sino, peor aún, en su socio.
Es dolorosamente cierto lo que afirman algunos analistas chilenos al asegurar que la dirigencia de la más pura élite izquierdista –aquella que se exilió en Europa- es la principal responsable de la nueva fe neoliberal adoptada por partidos como el PPD y el PS, lo que necesariamente puede entenderse también como responsable de la conformación de esa sociedad de intereses mutuos (económicos y políticos) llamada “duopolio binominal Alianza-Concertación”.
Fue ese, entonces, el cambio de traje o vuelta de chaqueta que impensadamente (para los millones de chilenos que habían luchado a cara descubierta contra la dictadura) realizaron los dirigentes ‘europeos’ de una izquierda que se tornó ahistórica en el mismo momento que apostó por integrase –en calidad de mayordomos, claro- al triunfante ejército neoliberal. Y como ocurre con todo converso, su actuar ha sido más fanático y exagerado que el de sus propios patroncitos (el gobierno pro empresarial y pro ultra neoliberal de Ricardo Lagos basta como irreductible ejemplo de lo dicho).
Pero, a objeto de no perderse en la ilación de un apurado recuento, es sano recordar que fue la Derecha quien primero hizo cambio de traje en estos asuntos. Si bien durante un largo período (1930-1970) ese referente político abrazó el ‘republicanismo’, lo incineró en el momento mismo que la izquierda obtuvo el triunfo, democrática y soberanamente, en las elecciones presidenciales de septiembre de 1970, con el doctor Salvador Allende encabezando el conglomerado de fuerzas progresistas conocido como ‘Unidad Popular’.
Los ya olvidados líderes de aquella derecha de corta data habida en la década de los sesenta, Francisco ‘Marqués’ Bulnes y Pedro ‘Cachimoco’ Ibáñez, fueron desplazados a fines de esa misma década por los epítomes del fascismo ultra conservador, Víctor García Garzena y Sergio Onofre Jarpa, títeres parlamentarios del ideólogo más peligroso del golpismo nacionalista, Jaime Guzmán, beato recalcitrante e ídolo cultural y político del milicaje ramplón de aquella época (a excepción del general Manuel ‘Mamo’ Contreras, ‘capo’ absoluto de la asesina DINA, quien lo consideraba un ’estorbo’ que debía separársele del gobierno derechista-militar).
En fin, esa derecha fue la que finalmente –con el apoyo irrestricto del empresariado criollo- manejó al gobierno de Pinochet, logrando al cabo de 17 años el premio más preciado y ansiado por los propietarios de los principales gremios patronales: el traspaso a sus manos de cientos de empresas fiscales, exitosas y activas, gracias a la donación efectuada en su beneficio como pago por ‘favores recibidos’ por el ladrón de nombre Augusto José Ramón, a mediados del año 1989, pocos meses antes de abandonar La Moneda (¿o estoy equivocado, Manuel Feliú, Guillermo Arthur, Roberto Andraca, Sergio Alcalde y otros, que como ustedes, fueron dadivosamente beneficiados por el dictador?) .
Como ya bien se sabe, ‘esa’ derecha apoyó de forma irrestricta el gobierno asesino y depredador de aquellos militares dirigidos por el nefasto Pinochet Ugarte y mangoneados por el hábil misógino Jaime Guzmán. Hoy, sin militares detrás de sus escasas huestes, aquella misma derecha pretende reverdecer laureles mediante el concurso de personajes de capacidades políticas menores, como Evelyn Mathei, o como el tendero Laurence Golborne, risible politicastro de poca monta encumbrado a las páginas del diario “El Mercurio” merced al empuje y apoyo de su patrón principal, el empresario Horst Paulmann (quien difícilmente podría negar su inclinación hacia el nacionalsocialismo).
Con estos individuos de criticable catadura han hecho sociedad los otrora ‘izquierdistas’ Camilo Escalona, Michelle Bachelet, Ricardo Lagos y Enrique Correa. Por cierto, podríamos agregar a esa lista a muchos más, como es el caso de Sergio Bitar, Fernando Flores, Fulvio Rossi, Marcelo Díaz, Juan Pablo Letelier, Felipe Harboe, Jaime Estévez, y un etcétera que bien podría sorprender a miles. Todos estos especímenes se han reconvertido fanáticamente a la fe del salvajismo neoliberal, traicionando al pueblo que los eligió como representantes, pues se han entregado a las fauces del apetito transnacional del mega empresariado predador sin mayores arrepentimientos.
“Hemos evolucionado”, dicen ellos. Y en esa inescrutable evolución se inscriben, entre otras maldades, la entrega del cobre a manos privadas, la dación inexplicable de bosques, lagos, ríos, carreteras, agua potable, electricidad, educación, salud, previsión social, comunicaciones, telefonía y mar a predadores que gustan de ser mencionados como empresarios internacionales. “En Sudamérica hay un país llamado Chile, donde NADA es de Chile”, reza el anuncio que podemos leer en las redes sociales que recorren el mundo.
Y son esas corporaciones o asociaciones de ladrones, traidores y agiotistas las que ahora solicitan su voto, querido amigo, para estas elecciones de noviembre 17 de 2013. De usted depende cambiar esta situación y enviar a buena parte a los mentirosos por antonomasia. La cédula electoral y el lápiz están en su mano... finalmente, es usted quien dirá si los actuales políticos chilenos han evolucionado... o han traicionado.
Arturo Alejandro Muñoz
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