2008-01-09 5535 lecturas
Leopoldo Lavín Mujica
especial para G-80
Izquierdas: dar el salto unitario el 2008 para ser alternativa el 2009
Son evidencias que de tanto repetirlas corren el riesgo de convertirse en lugares comunes. Para que esto no suceda es necesario un acto de voluntad política de ruptura con las amarras de un pasado que inmoviliza.
Por supuesto, la democracia como proyecto de realización individual y de logro colectivo de bienes sociales y universales es el rehén histórico del duopolio concertacionista-aliancista. Salta a la vista que habría que iniciar un ‘nuevo ciclo’ porque el proyecto concertacionista está agotado y que hay que ‘realizar un giro político de verdad’. Son tareas que cobran mayor urgencia ante el espectáculo que ofrece la pecera política. Allí donde las movidas de los actores centrales del sistema binominal de partidos son absolutamente predecibles. Por lo mismo, la tentativa diversionista de conformar un nuevo movimiento bisagra de centro-derecha no hace más que confirmar percepciones ancladas en la mayoría ciudadana: los ex DC de Zaldívar y el embrión de partido de Schaulsohn-Flores (orgánicos o dispersos) serán un resumidero de escorpiones, de camarillas parlamentarias y de máquinas de poder sin militancia. En el plano de las ideas se vestirán con una fraseología liberal progresista o de estatismo tecnócrata garante del juego de los mercados. Una oferta democrática nula. ¿Cómo ignorar que los propósitos de los actores sistémicos apuntan al blindaje de los cimientos políticos de un régimen que bloquea las aspiraciones a la ‘vida buena’ de los chilenos? Si ni siquiera los que plantean ‘corregir el modelo’ propondrán regular las prácticas monopólicas y depredadoras de los grupos económicos nacionales y extranjeros, ni responderán a las demandas de los deudores habitacionales, ni intentarán dotar a Chile de un sistema moderno de derechos colectivos para los ciudadanos y las minorías oprimidas, ni votarán una legislación que aumente la tributación de las empresas y de los altos ingresos para financiar en parte un sistema de salud, previsión y educación públicas (de primeras y no de tercera). La subasta de discursos políticos teñidos de oportunismo de la derecha pura y dura (del lavinismo al piñerismo) es fomentada por el dispositivo ideológico dominante (Think Tanks y medios tradicionales) que mistifica consensos y acuerdos para evitar que la sociedad chilena vaya a lo esencial: optar por una política que busque desarticular la arquitectura oligárquica de poder generadora de desigualdad, explotación, primacía del lucro por sobre los bienes sociales, desigualdad de géneros, crisis ecológica y reproducción de las elites en vez de la movilidad social.
Las mayorías ciudadanas esperan una alternativa política al neoliberalismo
Durante el 2007, la frustración ciudadana aumentó y sus secuelas, en demasiados casos, fueron la apatía política (‘no estoy inscrito ni me interesa votar’) y en otros, las diversas formas de la rebeldía social. Tales sentimientos y actitudes se encuentran explícitas y latentes en la boca de un número significativo de chilenos a lo largo del país. La palabra corrupción para designar los escándalos de EFE y el cierre del tramo ferroviario Santiago-Temuco o el de incompetencia y desidia para designar el desastre del Transantiago. A lo que se añade la opacidad en el manejo de los negocios y contratos y el secretismo en la labor de los responsables de ministerios donde se gasta mucho (como en el de Defensa por ej.). Vale la pena repetirlo majaderamente. En el círculo familiar inmediato de cada chileno la cesantía, la precariedad, el endeudamiento, la inseguridad e incertidumbre económicas y las quiebras son parte del lote vivencial de la cotidianeidad. Situaciones que van acompañadas de amargura y de desesperación sicológica que desencadenan dramas sordos explotados y banalizados por los medios. Sólo la anestesia consumista y la insensibilidad (la interrupción del proceso de humanización permanente que para J.-J Rousseau posibilitaba la sociabilidad humana: la capacidad de imaginar y sentir el sufrimiento del Otro, de mi Alter ego.) egocéntrica impiden tomar consciencia de las amenazas a la solidaridad social. Se agrega a lo anterior el cúmulo de decepciones políticas con un gobierno que no respeta su palabra empeñada con los trabajadores, que parece temerle a las salidas iracundas de un empresariado incapaz de compartir un proyecto de nación y al conflicto político con una derecha reacia a ‘faire sa mise à jour’ y nostálgica del pinochetismo. Más aún. El gobierno instala cercos represivos en las comunidades mapuches, celebra victorias pírricas para no implementar un sistema público de educación que compita y termine con la red privada del lucro y, además, se autoexcluye diplomáticamente del contexto latinoamericano de resolución de conflictos regionales sin comprender que es el momento es oportuno para el aislamiento político de las elites imperiales generadoras de desorden planetario que juegan con el fuego nuclear en Oriente Medio. Pero el 2007 fue también un año de luchas sociales importantes y de reacomodos en la correlación social e ideológica de fuerzas. Primero, porque el actor sindical tan esperado renació de sus cenizas con fuerza y capacidad de movilización para recuperar sus derechos, alimentándose de la energía insuflada por el movimiento estudiantil secundario del año anterior. Segundo, porque la crítica sociopolítica y antineoliberal se afinó y penetró en estratos sociales importantes. Tercero, el análisis triunfalista de los operadores oficialistas y de los artesanos de la capitulación (Lagos, Bitar, Escalona, Alvear, Insulza, Bachelet, Girardi) perdió en calidad argumentativa, presionando por lo tanto a políticos, intelectuales y periodistas honestos (que se autocensuraron durante años de democracia) a profundizar el análisis sobre las consecuencias del desarme teórico y estratégico en los sectores socialistas y de izquierda (*) (y de la pérdida del ardor político por la igualdad de militantes que se transformaron en funcionarios estatales). Así, lentamente se reconstruye un Chile social que busca levantar un proyecto reactualizado de justicial social y de identidad nacional solidaria. Se teje la nueva cultura donde las nuevas expresiones se fusionan en la complejidad y negocian con el sustrato anterior. No por nada la emblemática figura de Salvador Allende enciende las memorias y el imaginario de la mayoría de los chilenos para enfrentar con ideales laicos y democráticos los nuevos tiempos y sus desafíos. Pero aún falta mucho para doblarle la mano al derrotismo. Penan esa solidaridad y las políticas públicas para que un conflicto como el de los trabajadores de Bellavista Tomé no muera en la indiferencia del ‘no hay nada que hacer’ para proteger el empleo de los trabajadores contra las fuerzas desarticuladoras del capital y del mercado. Para así impedir que se siga legitimando el fatalismo neoliberal como vector social y existencial. Por lo que el 2008 tendría que romper con la lógica del inmovilismo político de la oposición al régimen postdictadura. Es el momento de articular lucha social y económica con lucha ideológica y política. El año que comienza debería ser el de la puesta en práctica del discurso. Para eso los sectores concertacionistas críticos tendrían que romper con la lógica de la impotencia y arrimarse a las otras fuerzas de izquierda para dar inicio a la construcción de un bloque por los cambios; única manera de generar condiciones ganadoras para el 2009 y poder evitar las trampas del binominal, la lógica perversa del ‘voto útil’ en la primera vuelta y, la del ‘mal menor’ en la segunda. Parece que llegó el momento en que la ‘otra Concertación’ (aquella que la lucidez de Jorge Arrate convoca para refundar el proyecto socialdemócrata auténtico) junto con las izquierdas extraparlamentarias se asuman como fuerzas transformadoras (PC, PH, IC, AP), que los movimientos de militantes activos y generosos (los generación80, La Surda, Fuerza Social, Nueva Izquierda, miristas) inicien un proceso que culmine en una propuesta unitaria de alcance nacional, que los dirigentes de movimientos destacados y con capacidad de liderazgo social (los líderes estudiantiles, Cristián Cuevas, los de Andha Chile), que las organizaciones y dirigentes sindicales (CUT y ANEF) y ambientalistas (Marcel Claude y otros) se incorporen con garra a la dinámica unitaria. En este proceso de construcción de una alternativa amplia es de vital importancia que los intelectuales con consciencia crítica se asuman como facilitadores de la unidad programática promoviendo el debate público y racional de ideas para conformar sin asperezas ni conflictos de personalidades, este frente o bloque por el cambio social antineoliberal. Son los pasos para comenzar a imaginar una gran corrida de cercos que vaya desde la cordillera hasta el mar. Que le aplane el terreno a una nueva institucionalidad democrática donde quepamos todos y todas. Habría que practicar el desalojo ético-político de las elites hegemónicas de un sistema jurídico-político vetusto y contaminado de pinochetismo cuya obsolescencia plantea la necesidad imperiosa de su cambio. No hay por donde perderse, el momento político es propicio. Los objetivos de este nuevo ciclo de acumulación de conquistas democráticas ya están claramente dibujados. Se trata de iniciar la lucha por un sistema electoral proporcional y por una Asamblea Constituyente que levante una nueva institucionalidad post-bicentenario. Al mismo tiempo sería conveniente convocar a primarias con participación ciudadana de todos los interesados en construir la alternativa antineoliberal para elegir una candidatura unitaria de las fuerzas politicas y los movimientos sociales. De estos procesos profundamente democráticos surgirán los liderazgos que llevarán a Chile con astucia por los desafíos globales (el de la crisis social, ecológica, geopolítica y el de las decisiones dictatoriales de los centros de la finanza global). Son millones de chilenos los que esperan en el 2008 el triunfo de la cordura política para llegar preparados al 2009. Una puja de buena voluntad para poder presentar candidaturas y un programa de justicia social y por lo tanto antineoliberal. Para eso necesitamos lo que aconseja la razón política: combatir lo que desune, sectariza, confunde y desgasta y aprender de los éxitos y fracasos de las experiencias políticas electorales de otras sociedades, latinoamericanas y europeas, que han tenido que pasar por experiencias similares a las nuestras. Al menos una lección es clara cuando se estudian las experiencias de las izquierdas auténticas que quieren ser alternativas de poder en las justas electorales para así poder gobernar y resolver los problemas de las grandes mayorías ciudadanas: el espectáculo de la dispersión de las candidaturas populares-antineoliberales en la primera vuelta confunde a los ciudadanos dispuestos a votar por un bloque alternativo a los conglomerados representativos de los intereses de las oligarquías propietarias dominantes y de los proyectos ‘progresistas-liberales’ agotados que se transforman en obstáculo al avance social y político de la igualdad democrática. ________________ (*) Dos ejemplos demuestran la pertinencia de estas aseveraciones a) el excelente trabajo de Manuel A. Garretón M. ‘Del Postpinochetismo a la Sociedad Democrática’, Debate 2007, Baires 251p., y b) los contenidos del inesperado número especial de la revista Análisis publicada a fines del 2007 con artículos de los periodistas-columnistas que forjaron la crítica ciudadana en los años de plomo de la dictadura. Leopoldo Lavín Mujica es Profesor, Département de philosophie, Collège de Limoilou, Quebec, Canadá
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