2015-02-04 4112 lecturas
Luis Casado
especial para G80
Leyes reversibles
O desechables, o al gusto del cliente, como prefieras, porque la verdad, no sé cómo llamar a leyes que no son leyes, o bien, son leyes en plan chilensis, es decir que no son leyes, sino “como leyes”.
Suelo repetir que no hemos inventado nada, exceptuando tal vez la ensalada chilena, y con tal invención ya hay que darse con una piedra en el pecho.
Lo digo porque no hace mucho, François Hollande, recién elegido presidente de Francia, tuvo la idea genial de hacer votar una ley que indignó a los fundamentalistas cristianos: la que consagra el matrimonio de personas del mismo sexo. Hasta ahí todo bien, la República terminaba con una discriminación muy contraria a sus propios preceptos constitucionales.
Pequeño detalle: quién consagra la unión civil de dos personas en Francia es el Alcalde de cada municipio.
Cuando algún Alcalde pechoño anunció que no aplicaría la ley y se negaría a casar homosexuales, Hollande, que odia cortar por lo sano, precisó que cada Alcalde podía hacer uso de su libertad de conciencia y rehusar proceder a las uniones civiles de lesbianas y maricones.
La respuesta fue una verdadera lección democrática para el señor presidente: parlamentarios de izquierda y de derecha le recordaron que en Francia las leyes deben ser obedecidas por todos sin excepción. No existen las leyes a geometría variable, que cada cual respeta o no respeta en función de sus propios criterios u opiniones.
Los Estados, por ejemplo, siempre se opusieron a la libertad de conciencia que enarbolaban los jóvenes para oponerse al servicio militar y a su propia participación en las guerras. “Yo soy pacifista”, “soy anti-militarista”, o “yo respeto el quinto mandamiento”, nunca calificaron como argumento.
Toda esta larga introducción a propósito del proyecto de ley que despenalizaría el aborto en tres casos –inviabilidad del feto, riesgo de vida de la madre y violación– abandonando al criterio de cada médico, a su propia “libertad de conciencia”, aplicarla o no.
Si los Testigos de Jehová deciden oponerse a las transfusiones de sangre… ¿habría que dejarles aplicar su “libertad de conciencia”?
Ignacio Sánchez, rector de la UC, anuncia ipso facto que los servicios médicos de su Universidad jamás practicarán abortos, imponiéndole su propia “libertad de conciencia” a todos y cada uno de los profesionales que allí trabajan. El que no esté de acuerdo, señala, debe ir a trabajar a otro sitio.
¿El Sr. Sánchez respeta sólo las leyes que le convienen? ¿Los empleados de la UC deben jurar que comparten la religión y los dogmas del Sr. Sánchez?
Si el Parlamento aprueba la ley de esa forma, estaría inventando las “como leyes”, cuya aplicación queda librada al arbitrio de cada cual, razón por la cual nada ni nadie podría forzar su cumplimiento efectivo.
En ese caso… ¿para qué aprobar la “como ley”?
La moderación misma del proyecto de ley, moderación destinada a reducir la oposición de los fundamentalistas, se vuelve en su contra. De nada sirve que en Chile la separación del Estado y de la Iglesia haya sido consagrada –si oso escribir– en la Constitución de 1925. Chile no tiene religión oficial, ni religión de Estado, y por consiguiente ninguna confesión puede imponerle a la Nación sus propios dogmas.
Si se aceptasen los argumentos de la Iglesia contra la despenalización del aborto, habría que copular sólo en el seno del matrimonio, sólo para procrear, sin utilizar ningún tipo de contracepción, evitando cuidadosamente los días en que por razones que sólo entienden en el Vaticano –lugar donde a priori no se folla– no se debe ni se puede follar.
Como es sabido, la iglesia dictó reglas para ayudar a las parejas a vivir una sexualidad “virtuosa”.
Entre ellas la que prohíbe el sexo marital tres días antes del sacramento, durante el embarazo, durante la menstruación, durante la crianza de los niños, después de la menopausia, en cuaresma, en adviento, los domingos y los días de fiesta. Se ruega llevar el calendario al día, visto que los hijos concebidos en los días prohibidos serán poseídos por el diablo. En resumen, sólo se puede follar muy de vez en cuando. Como externalidad económica, quebrarían los moteles, y aumentaría el desempleo.
Otra regla prohíbe el juego sexual antes de la cópula porque causa placer, y en el dogma cristiano el placer es pecado. Si puedes tirar azotándote, o con un cilicio en las partes pudendas… ¡mejor!
Por si fuese poco, el coito no puede darse en otra posición que no sea cara a cara con el hombre encima. Trapecistas… ¡absteneos!
Y este tipo de ley religiosa es una LEY: no admite “libertad de conciencia”. No tiene nada de reversible. No es una “como ley”. Es una ley. Religiosa.
Afortunadamente, Chile todavía es un Estado laico. O “como laico”.
Luis Casado
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