2015-08-16 3131 lecturas
Luis Casado
especial para G80
Todo es mercancía
Eso decía, eso dijo, Karl. En un mundo dominado por el capitalismo, ese modo de producción que terminará por dominar el mundo hasta el último atoll del hemisferio sur, gradualmente, todo se transformará en mercancía.
Todo es todo, no cómo todo, sino todo. Ya no estamos en el entorno chilensis que disfraza con afeites de moderación las peores extremidades, sino en la realidad real, esa que te duele en cada sitio de tu anatomía, incluyendo desde luego el bolsillo conectado directamente a los signos vitales de tu ser.
En esta realidad no hay “descuentos”, esa forma omnipresente del precio disfrazado de ventaja, del costo enmascarado de posibilidad posible, de sueño alcanzable y alcanzado en cuotas castigadas con una modesta tasa de interés, firma aquí, sino el importe bruto y brutal.
Gary Becker, que no es el último de los gilipollas y está lejos de ser el primero, lo entendió a la primera y encima bordó su enredo de teorías relativas al cálculo económico, teorías que le valieron un premio Nobel de Economía (1992).
Según el bonachón de Gary, uno no se enamora al punto de desear transformar una relación afectiva en familia. No. Lo que haces, lo que hacemos, es calcular la relación calidad/precio de un polvo intermitente con una (un) compañera (o) ocasional, aperitivo, salida, cine, cena y bailongo, incluyendo los preservativos del fuego de artificio final, para compararlo con el coste del feliciano institucional debidamente tirado en el seno del matrimonio, y determinar cual resulta más conveniente desde un punto de vista estrictamente económico.
Fatalmente llegas a la conclusión que el precio de un kiki legal, incluida la amortización de las ceremonias civiles y religiosas de la boda, fiesta, copetes y luna de miel, casa, vacaciones, visitas familiares, amistades y demases, termina por ser inferior al costo de un pato aleatorio y discontinuo, sometido a la volatilidad del mercado, a la buena o mala voluntad de la (del) contrincante, de su disponibilidad física y mental, amén de sus disposiciones lúbricas, lascivas o libidinosas.
Ergo… matrimonio. Puro cálculo económico. Dice Gary Becker.
El pinche premio Nobel no se detiene en tan buen camino y rápidamente llega a la conclusión que los hijos no llegan como la manifestación del deseo de prolongarse más allá de la muerte, ni como la manifestación del instinto gregario que tiende a la supervivencia de la especie, sino como una forma de abaratar los costes de tu vejez.
El vástago que surge de una noche de enfebrecida voluptuosidad, no hablemos de amor en este caso, es el producto de otro cálculo económico. De una parte el ahorro, la previsión, en fin, la AFP, y del otro la dura realidad del inevitable gasto en medicamentos, cuidados médicos, exámenes, tratamientos, intervenciones quirúrgicas y otras menudencias.
No hace falta salir de Harvard ni tener como pasatiempo las matemáticas estocásticas para comprender que un hijo –o varios hijos– podría garantizarte una cuarta edad más serena, una invaluable ayuda que no estarías en situación de pagar con tu pinche pensión calculada incluso con la mayoración de las cotizaciones que sugiere el buenazo de Osvaldo Andrade.
Ergo… un hijo. O varios hijos. Depende del cálculo, tomando en cuenta la inversión, en este caso se trata de una inversión, en vestimentas, alimentación, albergue, salud, escuela, colegio, universidad y toda la commedia dell’arte.
La familia, una mercancía cuya rentabilidad es calculable y calculada in petto por cada uno de nosotros, adquirida y administrada como se adquieren y administran estas cosas, cuidando que al ojo del amo engorde el caballo.
Gary Becker, el especialista de la microeconomía y los comportamientos individuales como el crimen y la delincuencia, que según sus teorías se cometen como resultado de un cálculo económico: si resultan rentables… ¿por qué no? Exactamente como se cometen los matrimonios y los hijos, para no hablar de las célebres boletas heréticas.
Gary Becker te digo. Premio Nobel de economía. Que no tuvo culpa ninguna el pobre imbécil, el idiota útil, el Nobel providencial, que construyó una teoría sobre el zócalo aportado por Karl Marx que alguna vez afirmó lo que se ha revelado una gran verdad: En un mundo dominado por el capitalismo, ese modo de producción que terminará por dominar el mundo hasta el último atoll del hemisferio sur, gradualmente, todo se transformará en mercancía.
Amén.
Luis Casado
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